Hare, Burton
Por última, y quizá por única vez, ambos fueron enteramente el uno del otro, estrechamente poseídos por un vínculo de sangre y de muerte.
Y así se cerró un círculo infernal, una rueda de cadáveres que uno tras otro fueron mecidos por aquella sinfonía macabra en cuyo `crescendo` final redoblaron con sones salvajes las voces de los dogos, esmeradamente entrenados para vigilar... Para matar.
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